miércoles, 28 de diciembre de 2011

DÍA TRES

Día 3

13
Estoy recostado sobre el césped de un parque capitalino, parque estrangulado por ríos de cemento coagulado. Frente a mí un árbol gigante. Frente al árbol gigante, me. Tras una pulgarada de misericordia divina, ese árbol gigante se convierte en el pintor de figuras cósmicas y magnéticas, apoderándose de mi noción de existencia.
14
Ahora estoy sentado sobre el borde del cráter de un inmenso volcán, en cuyo interior hay nubes que juegan a ser lencería: se deslizan provocativamente por las piernas de la alta montaña, pero sin develar lo que su profundidad magmánica esconde.
Dos dragones flotan mientras comen cacao, un sol emergente los consume. Ellos aún no se han besado.
15
Que cómo fue mi día... Fue un día diferente. Entusiasta me lancé al ruedo de fantasmas que deambulan indiferentes frente a la muerte local e internacional.
Que cómo son mis días…  Soy el engendro de una mujer buena que me deposita en varios vientres de colores y olores contaminantes. La ballena azul es mi madre, escupe humo e inhala fuego; cobra veinticinco centavos la vuelta.
16
Atrás el desierto; atrás las frías tumbas donde pido posada momentánea hasta sentir de nuevo mi corazón… atrás el ruido de sus muertos; atrás el quejido silencioso de los perros…
Junto a las criaturas que esperan la mordida de los dragones con aliento a cacao, es donde me encuentro.
17
Visualizo nubes deslizarse por el azul, mientras adquieren formas de dinosaurios famélicos. En sus miradas se percibe algo de tristeza.
Me pregunto si Dios les permitió, como parte de su divino juego, volver a pasear por donde fuera su hogar. Y es cuando mis visiones adquieren otro significado: se pasean tristes las dinonubes al ver ciudades llenas de deliciosos manjares humanos, víctimas de una indiferencia condicionada hacia lo plenamente hermoso y bello.
Como en todo acto de amor está implícita la idea de destrucción, las y los dinonubes se mezclan, se funden, se condensan y vuelven al seno maternal que los guardará hasta la próxima vez que Dios sueñe con ellos.
18
Qué vestido lleva puesto este día mi inconsciente... porqué se delata de esta forma tan extraña mi alma al manipular mis funciones fisiológicas para intentar traducir sensaciones cósmicas en lenguaje netamente humano.
¿Para comprender el terrible desencanto de estar encantado?
Y el gusano, que se ha disfrazado de dragón, pregunta: ¿y por qué es desencanto vivir encantado?
Shhhh……
19
El sueño me ha ido devorando pacientemente hasta dejarme como una marioneta que atrapa ideas fugaces y que las estrella contra el papel…
“…no me fundí a través de chocolates con aquella mujer, gentil y sofisticada, que no cree en la locura injustificada…”


Leo Salas Z.

domingo, 25 de diciembre de 2011

DÍA DOS

Día 2

6
Me despierto, miro al rededor y dudamos haberlo hecho. Todo luce normal, quizás demasiado normal para ser cierto. Trato de encontrarle algún sentido a este estado existencial, y por un momento de certeza, encuentro un vacío.
(Take 2 )  
Me despierto, alrededor todo luce como si no nunca lo hubiera hecho, incluso la vela sigue del mismo tamaño que tenía antes de que el sueño me arrastrara. Todo luce normal, quizá demasiado normal para ser cierto. Trato de encontrarle un sentido a este estado de existencia; por un largo y penoso momento no me sale nada, después me salen estas líneas producto de los espasmos mentales que desean con toda sinceridad terminar con el estreñimiento mental.
7
El recuerdo de un sueño se vislumbra, llega y sigue su camino al olvido, ligero e inalcanzable. Me doy cuenta de que no puedo recordar nada de lo que sucedió antes de despertarme. No recuerdo ni siquiera quién soy (como si alguna vez lo hubiera sabido o lo llegaré a saber). Todo está cubierto por el velo del desconcierto. Astigmatismo o miopía, da lo mismo.
8
Recuerdo que soñé que tenía miedo y que deseaba despertar desesperadamente. Hace años que no tenía esta clase de pesadillas, pero puedo decir que la de anoche fue un recorderis mediocre: al primer intento de reventarme un ojo para despertar, lo conseguí.
9
Una sensación nueva y más plácida borra a la anterior: reconozco lo mucho que extraño escribir. La traición fue la culpable de hacerlo. La parte contaminada de mi espíritu, la desierta, la podrida, me estaba consumiendo. Y ahora la fluidez con la que realizo este calentamiento me sorprende, mis dedos son caracoles nadando sobre sal, frente a la velocidad con que brotan las ideas…
Me desespero por escribir más rápido, pero ¿para qué? Como un acto sexual, el contacto entre mis dedos babosos y el papel seco, debe ser sosegado.
Qué o quién fue el motivo de escribir tras un largo tiempo… no lo sé. Una hipótesis es:
Dentro de mí se produjo una guerra silenciosa entre mi ser conformista (alimentado por mi estilo de vida y auspiciada por mis allegados) contra mi ser creativo y decadente (alimentado de mi bibliomanía y por la certidumbre de estar posado sobre una piedra galáctica que cae en el vacío... 
Es menester nombrar el libro que leo ahora y los que tengo planeados leer, no como vanidad frente al lector, sino como homenaje a Ellos: 1. Big Sur y las Naranjas de El Boch – Henry Miller, 2. Los Hermanos Karamozov – El Jugador – Fiodor Dostoievski.
10
Mi verdadero oficio-vocación es tomar las cosas mortales y a través del flujo cerebral precipitado que se apodera de mí en el momento oportuno, dotarles de vida e inmortalizarlas hasta que la gente se dé cuenta que lo que ellos llaman vida no es más que un aburrido estado de desesperanza que lo justifican a través de ilusión televisada.
Podemos repensar nuestro propio mundo que hace años nos fue dado ya pensado. “A esos boniticos hay que darles pensando” dijo algún político.
Podemos hacernos necesitar por estrellas, así como nosotros necesitamos de ellas.
No creo en el silencio como la falta de sonido, sino como el lenguaje que usan los astros y planetas.
11
De nuevo me asalta la pregunta que siempre me atormenta ¿estamos atrapados dentro del pensamiento de alguien, de una niña, de un aciano?... todo esto que “crece”, que “evoluciona”, no será simplemente la obra de un Dios artista que todavía no madura, o de un Dios vago que tiene pereza de arreglar todo lo dañado y creyó que el automatismo y la razón serían la solución, o la obra de un Dios niño, que no sabe lo que ha creado pero que le gusta sin embargo nuestro dolor (tengo la imagen de un niño en un día soleado sosteniendo una lupa en su mano y fijando con la vista su objetivo: cientos de hormigas trabajando, de a terno) y le gusta nuestro sufrimiento porque bien sabe que Él no existe y no tolera esa idea, que bien puede ser la única idea; y que crea seres existentes para que ellos crean en Él y así no sentirse tan solo en su inexistencia.
12
Por lo visto estoy un poco corto de ideas esta mañana de miércoles. De miércoles no porque sea el tercer día del calendario, sino porque aún no sé si todavía sigo soñando o si alguien me sueña o si todo este puto mundo es así en realidad, cosa que no soportaría…
… y por lo cual tendría que desaparecer lo más pronto posible antes de que hormigas me sumerjan en un sueño colectivo: el de arder a la mayor la gloria de Dios
13
Espero que cuando termine este sueño aún queden manzanos para trepar.
Y aún quede por lo menos un niño gordo trepador que robe la última manzana que contienen al pequeño gusano que engendrará y fertilizará de nuevo a toda la tierra con ideas.
En este sueño, ese gusano soy yo.

Leo Salas Z.

DÍA UNO

Día 1
1
Lograr atravesar el camino de infructuosidad creativa me llena de especial y sincera alegría. Pensé que iba a ser más complicado, que iba a tardar más en darme cuenta lo triste y desvaneciente (para el alma) que es no crear. Lo doliente que representa para mí no poder despegarme, curarme, de la cotidianidad.
2
Hoy, al despertar, caí en cuenta de que éste iba a ser un día igual a los anteriores: por el interior del marco de la ventana se deslizaban, como sujetas a un velero invisible que navega en el espacio vacío, las mismas nubes de todas las mañanas: esponjosas, grises, iridiscentes, masas gigantescas que aún son tolerables. En ese momento no desee otra cosa que subirme junto a ellas, desplazarme y llover sobre alguna cascada abandonada para saber cómo se siente galopar a la gravedad hasta estrellarse sin ser visto.
Ha pasado cerca de un mes desde la última vez que escribí algo. En ese tiempo miles de ideas se han arremolinado sobre mí, confundiendo mi mente y su débil razón. ¡Qué no daría este momento por poder alcanzarlas y dejarlas inmortalizadas sobre esta hoja de papel!, ¡cómo deseo que el hermoso acto de perpetuación adquiera una connotación sexual, de apareamiento tinta-papel!, ¡que mis ideas queden engendradas sobre la matriz blanca y pulcra!...
Durante este mes, mientras conocía a muchas personas, se me ocurría que podía robarles esa sinceridad con la que me trataban para darles mayor fortaleza a los personajes que aún no he creado pero que invaden el terreno de mi cerebro con sus nuevas dudas y reflexiones acerca de su encierro ahí adentro.
He pasado varias horas subido en mi bicicleta exponiendo mis sentidos a la velocidad y a paisajes nuevos. También he bebido del seno de varias mujeres el licor del placer, me he embriagado en sus tersos atardeceres hasta quedarme dormido, débil, en el interior de sus entrañas; la bici y las mujeres me dejaron cansado la primera semana, exhausto. Esto no lo cuento con motivo de presumir, sino más bien, con el afán de calentar estos deseos oxidados y adoloridos.
3
Acaba de ponerse de pie alguien en mi exterior, hizo ademanes de que se marchaba. Salió del plano consciente de mi cerebro, como un actor que sale de la mira de la cámara, o como una víctima que sale de la mira del arma con la que lo apunta su agresor, o simplemente fue un choque cerebral. No lo sé con certeza.
4
Las imágenes que se presentan como los recuerdos de este día son invadidas y reemplazadas con imágenes que vienen desde hace muchos años. Por momentos pierdo el hilo conductor con el que dirijo a los caballos invisibles que me pasean a través de mis sentimientos.
            “Sin caballo ya no existe nada” – parte de la canción sale de mí cual espinilla.
Supongo que la falta de práctica me hace escuchar un coro de niñas entonando canciones de cuna en mi oído.
Es justo en el momento cuando las niñas han dejado de cantar que alguien me dice “¡Oiga!”, “¿Cómo se llama?”. Se responde a sí mismo, como si yo estuviera presenciando una conversación de un demente en la soledad de mi dormitorio: “algo con Camacho, ya no recuerdo muy bien”
5
Me voy a dormir  quizás sea mejor, solo esperare (vivo) hasta el próximo desvarío.
Es extraño, pero en noches que no comparto con nadie la cama, es cuando menos solo me siento.
En algún lugar escribí: “La soledad es otro estado de compañía, pero más pura”

Leo Salas Z.